(09/09/2010)
1
–De todas las cosas hermosas que hay en el mundo… ¡Justo ésta tenía que tocarme a mí! –pensó el soldado al sentir el “clic” característico que lo hizo entender que había apoyado su pie en el lugar errado, sumergido en la angustia de saber que le quedaba una fracción de segundo antes de evaporarse en un sonoro estornudo de carne, tripas, sangre y huesos.
2
–De todas las cosas hermosas que hay en el mundo… ¡Justo ésta tenía que tocarme a mí! –pensó la niña con sus tiernos ojitos idos y moreteados, mientras era sodomizada una y otra vez por el pelotón de soldados que, por turnos, llenaban sus miembros de sangre y mierda.
3
–De todas las cosas hermosas que hay en el mundo… ¡Justo ésta tenía que tocarme a mí! –pensó la hija, al sentir crujir una vez más la escalera que conducía a su sótano, sabiendo que allí venían los ojos idos y lascivos de su padre, venían el plato de comida en una mano y el puño cerrado apretando el cinturón de cuero en la otra, y venía también una creciente erección impresa en la entrepierna del pantalón que bajaba escalón, a escalón, a escalón…
4
–De todas las cosas hermosas que hay en el mundo… ¡Justo ésta tenía que tocarme a mí! –pensó la madre cuyo vientre acababa de ser abierto a machetazos, mientras veía con profunda pena como los soldados de boinas verdes y coloridos uniformes camuflados partían al medio al feto entre sonoras carcajadas.
5
–De todas las cosas hermosas que hay en el mundo… ¡Justo ésta tenía que tocarme a mí! –pensó el monaguillo mientras el párroco le cerraba el paso apoyándole una mano en el hombro y levantándose suavemente la sotana con la otra.
6
–De todas las cosas hermosas que hay en el mundo… ¡Justo ésta tenía que tocarme a mí! –pensó el manifestante mientras el tanque avanzaba aplastándole las piernas y destrozando su pancarta. (En la plaza el resto de manifestantes sin interrumpir los cánticos observaba la avanzada con desconfianza, intentando ocultar la alegría de no haber sido ninguno de ellos el aplastado.)
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